judíos” (Juan 4:22). Había una sola tierra prometida, el plan de Dios se tenía que cumplir en Belén y en Jerusalén, como lo habían predicho los profetas (Miqueas 5:2, Zacarías 9:9). Había únicamente una ciudad, Jerusalén, donde se podían ofrecer los sacrificios que señalaban al Salvador venidero. El amor de Nehemías por el Señor y la esperanza de la salvación no se podían separar de: su lealtad y amor hacia el pueblo, la tierra, y la ciudad, que Dios había escogido. Actualmente la verdadera adoración
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